
Diez bioquimicos y un cacto con una sonda están autorizados a encontrarte y entenderte. Que te piquen, que te suministren algo en el cuerpo. Te agarraría y te tiraría desde un auto en movimiento. Que se te clave esa cosa inerte y verde para que algo te duela. Pero, en cambio, estás putamente durmiendo, babeándote y yo, proporcionándote oleadas de malcrianza.
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