lunes, 18 de octubre de 2010

A través del espejo y lo que Alicia encontró allí




Una mosca se mueve, nerviosa, entre los lomos de unos libros apilados en la mesa junto a la cama. Busca, errática, la fuente del fétido olor que percibe.

Ella no sabe que no puede ni podría llegar a ese lugar ni yo que las moscas y su fineza pueden olfatear pecados y sus canciones.
Los mismos sonidos del pecado, según la moral, son los mismos que desprendía cada vez que recordaba sus juegos de voces, riffs y monótonos bajos, proporcionándole a esa mosca un vaho parecido al de bocas, piel y arabezcos geométricos y eléctricos mal llamados hormonas.
Aunque cerrando los ojos, la boca y otros recobecos se hacía imposible atraerla hacia los restos resecos de la presion de sus dedos y respiración entre cortada.


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