domingo, 18 de diciembre de 2011

Reapertura: Hoy





Como las bandas necesitadas de dinero habiendo editado un disco hace quince años atrás, heme aquí. Vuelvo.


La Campiña de la Psicodelia Ordenada reabre sus puertas con lo mismo de siempre - en caso de gustar de los clásicos, a Ud. le vendría fenómeno-: bitácoras, canciones al tono y otros cuentos absolutamente intrascendentes, divertimentos, minués bien condimentados con caracteres bien cuidados y pulidos.




lunes, 16 de mayo de 2011

Los labios carnosos de Delia #2





Un mexicano hace un año escribió esto.

La simpleza y genialidad me llevó naturalmente a elegirlo para acompañar una canción o visceversa.


"Recorro la casa con tristeza. Nubes negras caen sobre mí, como la salsa de tomate sobre mi spaggeti.
Hace una semana que te fuiste. Ibas de compras con tus amigas y no has vuelto aún. Sé que te fuiste con el viejo de la esquina, ya que su mujer también lo busca con pesadumbre. Tal vez sería preferible juntarme con ella y aprender su trabajo.

El perro no ha comido desde que te fuiste o creo que ha muerto ya que no ladra.
Aterrado, encuentro una nota en el refrigerador manchada de catsup y mostaza. Ahí me explicas que no te fuiste con el viejo de la esquina sino con tu amiga, la bailarina un poco madura. Me pides que no te busque y alimente a Hyarakazipu.

Fumo un cigarrillo de hierba y salgo a pasear en la bicicleta. Regreso exahusto, saco hielo del refrigerador, un pedazo de queso y dos tortillas duras. Qué tristes son las cenas sin tí ni tu aroma ni tu sabor ni tu olor ni tus lagrimas ni tus reclamos. Tu platica, vaya que te extraño.

En el patio, el hedor del perro muerto y ,en la calle, un auto rojo detiene su marcha. Abren la puerta del copiloto y te empujan como bulto hacia afuera. Tan poco tiempo ha pasado y regresas con tan poco estilo.
Salgo de la casa. Te arrastro hacia adentro. Estás golpeada, sucia, cansada y tengo sexo contigo.

Melosamente me preguntas:
- ¿Me extrañaste?
Te tapo la boca y digo:
- Hyarakazipu te extraño, yo sólo a tu comida. "


jueves, 7 de abril de 2011

Eugenesia #2

Desde el momento en que lo conocí, el correr del tiempo empezó a ser un gran cadáver, donde episodios superpuestos vomitaban sus colores en mi fino calzado y zapatillas de cuero.

Merodeé por madrugadas donde un travesti en reposera me saludaba desde su pórtico rosa, abanicándose los grasientos pelos que su femeneidad aún no podía arrancar.

Mi cabeza se llenaba de ojeras azules y frases pegoteadas, rellenas de yerba mate mes tras mes, mientras los perros imaginarios me acechaban uno a uno, cerca de tu cuartel. Las piñatas con palas mecánicas e índios de cotillón tailandés me brindaban la compañía que fuiste incapaz de ofrecer. Una petaca plástica con cinta adhesiva bloqueaba la luz a unas semillas fotosensibles que flotaban en vodka frutado una noche de junio. Hubiese sido bueno que estuvieses viendo las olas tonos pastel flotar por las chapas de las casas conmigo y el líquido frutal.

Cuando el enfermo me mostró su humanidad: fue cómico de alguna manera…

Los chinos en ese supermercado cerrado a las 2 de la mañana, en cuero, al fragor de una mesa de poker o truco.

Deseé por un momento que aparecieras cuando tuve que besar a ese hombre desagradable y liliputiense para sostener su soledad, luego de lo cual, invitarlo a emprender la retirada en la esquina de mi casa.

Siempre fui una la mujer adecuada: toda la ciudad lo sabe y, si no tenías conocimiento, la necedad es más cómoda.

Hubiese estado regurgitándo comida en hilos de baba y mijo a unos pollitos si era necesario hacerlo.

Quizas detectaste ese don de matrona rusa.

Tuve que digerir las flores violetas que terminaron tapizándome la carcaza por dentro. El amor fraterno que hace ir saltando del brazo a las colegialas de medias tres cuartos blancas.

Es probable que no hayas visto bajo los metros de piel de indeciso matiz la persona con trenzas y lápices que existe y duerme en posición fetal a diario.

Abusaste, sé que te abusaste de la Especialidad de la Casa: Las arterias deberían tapársete por glotonería. Los médicos diagnosticarían muerte por nódulos de lápiz labial rojo.

En tanto, en la Campiña de la Carne y Psicodelia Ordenada se reorganizaron los calendarios para retornar al minuto donde la tensión y la materialización se emborrachen y olvidasen situarnos en el mismo aire.

Escuchaba alguna porquería que motiva el despertarme y estudiar, comer, oír conversaciones estériles.

El Bosco, la purulenta vulnerabilidad que tanto me atrae cotidianamente. Sé que un día, bailando en espiral en torno a mi cuello, vas a invadirme para apoderarte de mi vida anestesiada, aumentando la dosis con tus aromas y dotándome de restringida violencia. La misma que evita la maestría de evaporarte cuando te pienso muerto o amándome.



lunes, 14 de marzo de 2011

Eugenesia #1

La Carrera

Sobre estrellas flotábamos vivos. Extendida mi mano a tal punto que mis dedos parecían querer soltarse, irse solos y alcanzar sus pies infinitos.

¿Cuánto hace que ha comenzado esta persecución?, ¿Cuánto hace ya?

Mucho mas de lo que recuerdo, ya ni mis años me pertenecen, ya ni mi nombre es mío.

Todo lo que soy es esta carrera hacia ella. Ella... que es una armonía de piel, huesos, sangre y oxigeno. La formula perfecta de alquimia... mi piedra filosofal.

Y yo la corro, pisando descalzo las desgastadas baldosas húmedas de nuestra ciudad, abrazando los cometas solitarios prestos a ayudarme, deslizándome por los peldaños de la Gran Muralla y acariciando las enardecidas olas australianas.

La he corrido desde el día en que comprendí lo egoísta que era, cuando me di cuenta porque la amaba tanto.

La conocí –creo, a estas circunstancias pocos detalles son claros- en una oscura noche parisina, en una vieja casa de pócimas que regentaba un viejo amigo mío, un bárbaro devenido a comerciante libre pensante. Ella no era hermosa, nunca lo había sido y su rostro era mas el de un muchacho de edad viril al de una señorita española. Pero, OH Dios, que lo era. Que manera de hablar... parecía que fornicaba al vocabulario entero de forma que el pobre Castellano nunca había soñado. Y su elocuencia , su inagotable maratón de graciosas deducciones sociales, una tras otra, arrancaba sonrisas de mi. Sonrisas sin compromiso, hermanas bastardas de las que soltaba en la Embajada, frente a los cerdos de estomago expansivo que pagaban mi sueldo y negociaban el destino de las naciones luego de tomar el Té.

Ella, como mis sonrisas, era única.

Bebí junto a ella las secreciones etílicas que bombeaba mi amigo desde su bodega ilegal. Bebí y bebí y deje que mis pudores y reflexiones morales se fueran de paseo. Me entregue a su humor inteligente y a sus chistes obscenos. Me entregue completamente a su lengua filosa.

La ame diplomáticamente y en secreto. Porque no toque ni su aura, ni un milímetro de su humanidad. Pero todo lo que era, esencialmente, de la piel hacia adentro, fue lo que me aprisiono para siempre.

Le dije que era un reflejo mío, mas vivo que el que me devolvía el espejo o el agua. Le dije que era mi alma gemela, la cual nunca había conocido.

Su rostro se espanto y sin decir nada huyo.

Por eso la corro desde que era un mortal. Porque sin amarla la ame. Sin tenerla la tuve y sin relacionarme con ella, la comprendí y la contuve.

Mi determinación es tan grande que los Ángeles custodios se han olvidado de sus protegidos para llevarme hacia ti, mi amor huidizo.

Cruzando la entropía de los gigantes que quisieron ser mas de lo que podían comprender logre rozar tu pie.

El choque fue tan fuerte que casi muero.

Por primera vez en eones. Luego de que la humanidad entera muriera a causa de su pereza, las estrellas colapsaran unas con otras por acción de la envidia y los soles se apagaran de tristeza, abandonaste tu loca carrera y me miraste.

Me miraste a los ojos con tus dos noches almendra.

Me esperaste y yo no dije nada.

Te deje huir y te volví a seguir.

Nunca mas intentare alcanzarte, pero te seguiré persiguiendo hasta el cansancio de la materia.

Porque si algún día te alcanzo, todo morirá irremediablemente.

Porque la persecución es todo lo que tenemos. Nosotros somos la persecución.

Y si algún día te alcanzo... quizás deje de amarte.



Uno nunca sabe qué provoca en la gente a ciencia cierta. Tema obligado:


viernes, 4 de marzo de 2011

Siam


Alguna vez, en un año que no recuerdo, vi siameses.

Era una nena, igualmente me impactó verlos en la televisión. Miles de preguntas. Curiosidad desmesurada.

Cuando lo conocí comprendí esa urgencia por saber qué era aquel fenómeno que me urticaba. Mi espejo literalmente.

Sabía bien que no era muy agradable verme reflejada cuando aclaraba para peinarme. De más está decir qué fue lo que experimenté cuando se presenta sin aviso previo un espejo de carne y hueso.

Movimiento, ritmo zigzagueante, tempo continuo, divino sarcasmo, reacción relámpago. Lo tenía todo. Suficiente para agotar la comprensión en un abrir y cerrar de ojos.

La metafísica y la curiosidad son un guiso difícil de cuajar. Traté de combinarlo y probarlo para munirme con alguna explicación. No podía aceptar una criatura de esa magnitud, calaña y calidad.

Pocos lo hubiesen soportado y allí me situaba: huyendo sutilmente para evitar un desajuste en el reloj biológico.

La Ley de Murphy nos enseña grandes cosas: la Ley de Atracción (o Evitación le llamaría yo), lo que fuere, lo explica.

Escapar de un espejo es muy complejo: respeta y es esencialmente vidrio. Nada de cristal. Vidrio.

El vidrio es sólido al tacto y molecularmente inestable, o sea, puede volverse líquido.

Mi buen espejo, como tal, era totalmente versátil al igual que yo. Rígido cuando se lo manipulaba velozmente; ante el mal genio y torpeza, perdía estructura y no podía hacerse nada; se derretía ante el calor; noble, reteniendo lo que llevase dentro; amorfo per sé y, como si no fuese suficiente, devolviéndo un reflejo límpido e inquietante.

La falta de costumbre hizo que mucho tiempo intentase doblegarlo, destruirlo, guardarlo, asearlo y escaparle sin tener éxito. Sólo pude tener un acuerdo con él: permitirle existir. Permitirnos existir.

Fuimos felices hasta que pretendí boicotear el honor del pacto.

Saltando, pícaramente, se aproximaba y confundía. “No es este el trato, damisela, no es el trato. Vas a tener que reflejarte un rato más”.

Aprendí rápido los principios de un espejo siamés.

jueves, 10 de febrero de 2011

Mala Entraña



Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.

Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
Ios morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el mísero ratón.

Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.

Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado;
no me importa lo que has hecho, lo que hacés ni lo que harás...
Los favores recibidos creo habértelos pagado
y, si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta del otario que tenés se la cargás.

Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros,
sean una larga fila de riquezas y placer;
que el bacán que te acamala tenga pesos duraderos,
que te abrás de las paradas con cafishos milongueros
y que digan los muchachos: Es una buena mujer.
Y mañana, cuando seas descolado mueble viejo
y no tengas esperanzas en tu pobre corazón,
si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo,
acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo
pa'ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.




jueves, 27 de enero de 2011

Bordeaux

21/6/10

"Bordeaux"- Cuento corto vulgar.



He ido a verte. Como todos estos meses. Estabas igual que siempre: a la altura en la que solés estar. De pie, esperando que resuelva cómo debías moverte.

Mi camisa blanca abrochada hasta el último botón del cuello. Un rodete severo enmarcaba mis ojos y la boca bordeaux dibujada.

Una falda tubo negra hasta las rodillas con el debido tajo atrás permitiendo ciertos movimientos sinuosos. Medias de red tupida. Las botas negras y cortas dejaban que contaras geométricamente dónde estaban mis piernas y dónde tu límite.

Por alguna razón extraña necesitabas mis órdenes. Nunca había querido ejercerlas de esa manera pero así lo querías.

Seguías ofrendado e inerte. Deseaba que me demostrases si eras mío o un mero devoto de objetos.

Entre las manos, una cinta naranja y brillante, lo suficientemente ancha para vendarte los ojos. Algo que usualmente disfrutabas sin límites. Algo para verme con tus dedos.

He pensado y repensado por qué buscabas situaciones de ese tipo y, al desenredar la conducta, me conformo con el hecho de haberte tenido de ese modo. Un acuerdo de modos.

Estimulaba mi imaginería absolutamente, y cumpliendo mis expectativas al margen de parecerme irreal. Un placer merecido.

Estabas mirándome y tensé la cinta frente a tus ojos. Te pedí que te acostaras y te até los tobillos.

Investigué tu contorno con las manos. Te ordené que me miraras. Quería que recordaras cada imágen de esa noche cuando desayunaras, manejaras ó fueses a dormir.

Después de una hora y media, sentada sobre tu torso, me desprendo la camisa y las órdenes se vuelven más crudas. Las punzadas más firmes. Los suspiros controlados. El placer visual era lo único que podías experimentar hasta que definiera tu estado.

Resolví que un coleccionista es lo que te cuadraba mejor e, inevitablemente, formamos algo que nutre mi necesidad de recibir placer desmedidamente y tu fascinación por el taco aguja.

En ese momento, estaba desnuda y acostada con el pelo suelto. Boca abajo. Espalda arriba. Mostrándote que el viento del Este moldeó algo más que piedras.

Estabas desnudo también, en un estado de espera alterada y silenciosa. Te tapé los ojos y te besé una vez. Abriste la boca y seguiste besándome. Traté de no perder el control aunque sabía que esos besos hacían que perdiera la orientación. Suelo evitarlos y ahí estaba: permitiendo que un fluído cristalino fuera y viniera desde mis pies hasta los tuyos me indicara cómo actuar.

Me tomaste por la espalda. Me resistí. Busqué deslizar mis brazos detrás de tu cuello. Seguiste besándome. Suave e intensamente.

Ya librada al azar, entrelazaste tus piernas en las mías y no querías soltarme. Me rehusé. Pretendías inmovilizarme de alguna manera. Dí por terminada esa sensación para permanecer firme en tierra con esbelta actitud. Me levanté.

Mirándote de reojo por sobre la espalda, te ví extendido y respirando con dificultad. Supongo que desde tu distancia se veía el brillo del látex negro, una mirada húmeda y mi humanidad pálida.

Tu última órden era estar de pie y cerrar los ojos. Cumpliéndola, fui hacia la cama y me acosté apoyando el pelo delante del hombro, cruzando las piernas. Abriste los ojos con mi consentimiento.

Te pregunté si te agradaba lo que veías y no pudiste responderme. Te invité obligatoriamente a besarame. Te acostaste frente a mí, obedeciendo. El fluído incontrolable otra vez. Todo lo que hemos hecho durante años queda sin valor con tanta tensión, entrega y deseo de unión. La sensualidad y esos besos no son buena compañia.

Suelen dejarme marginada en lugares realmente peligrosos nada comparables con sesiones de fustas, azotes y castigos ni paseos de correas.

Estaba abrazándote y también estabas haciéndolo mientras te besaba. Me dirijo a quién sabe dónde desde la boca. Con tristeza, confieso que mi boca posee mi mente y los besos fueron muchos.

Adrede y sin más, se iniciaba con demencia lo que continuó.


Me visto en el baño. Te oigo hablar llevándome sin escucharte. Debo ser la única de los dos que recuerda el encuentro de pasión cristalina.