lunes, 1 de marzo de 2010

Troilo



Una vez me desperté sin entender todavía las lagañas ni los pies. Acababan de llegar unas palabras tuyas, diciéndome que habías dormido bien, que preparabas mate y escuchabas a Troilo. Que un tango me llevó a tu cabeza.
Lloré. Lloré de alegría. Lloré de amor. Lloré de miedo. Del terror que sentía al seguir enamorada. Estar abierta al medio en el matadero. Me habías encontrado. Esas letras reflejadas en arañas de cristal y privadas enredaderas que guardaba hace años. Esas galas y arabezcos vegetales esperando a quien lo mereciese.
Lo amaba sin más y esa fue la primera vez en mucho tiempo que hacía eso. Lo amo y lo amé en ese momento y anterior a versar eso también. Saber que alguien así existía, me alegra el alma. En algún momento lo había pensado y ahí estaba. Costaba creer la alquímica lista que tenía en el bolsillo podía ser completamente realy, entre otras cosas, me encontraba y escribía, para desayunar con las noticias.
Un tango es arraval y amor profundo. Pesares, almas chamuscadas y andariegas descansando sobre sillas en balcones. Contemplar, expresar y esperar. Me encontrabas en tu cabeza de la mano de un tango. Estabas diciéndomelo. ¿Qué podía decirte?¿Qué más podía decirte?
Ahora estoy a punto de tocar el contrabajo. Después de almorzar. Escuchando tangos al azar con el pelo enredado en un rodete irreverente. Y sí: decidí encontrarme, esforzarme y confundirme con el tango. Con las cuerdas. Con su peso. Pasar el arco por las vísceras. Porque una vez hubo un tipo que encontró a una tipa en un tango.




Para Guitar Hero, dedicadísimo.

2 comentarios:

  1. Algún día, solo algún día tanta emoción y ansiedad terminará en canibalismo puro entre maderas y cuerdas.

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