jueves, 27 de enero de 2011

Bordeaux

21/6/10

"Bordeaux"- Cuento corto vulgar.



He ido a verte. Como todos estos meses. Estabas igual que siempre: a la altura en la que solés estar. De pie, esperando que resuelva cómo debías moverte.

Mi camisa blanca abrochada hasta el último botón del cuello. Un rodete severo enmarcaba mis ojos y la boca bordeaux dibujada.

Una falda tubo negra hasta las rodillas con el debido tajo atrás permitiendo ciertos movimientos sinuosos. Medias de red tupida. Las botas negras y cortas dejaban que contaras geométricamente dónde estaban mis piernas y dónde tu límite.

Por alguna razón extraña necesitabas mis órdenes. Nunca había querido ejercerlas de esa manera pero así lo querías.

Seguías ofrendado e inerte. Deseaba que me demostrases si eras mío o un mero devoto de objetos.

Entre las manos, una cinta naranja y brillante, lo suficientemente ancha para vendarte los ojos. Algo que usualmente disfrutabas sin límites. Algo para verme con tus dedos.

He pensado y repensado por qué buscabas situaciones de ese tipo y, al desenredar la conducta, me conformo con el hecho de haberte tenido de ese modo. Un acuerdo de modos.

Estimulaba mi imaginería absolutamente, y cumpliendo mis expectativas al margen de parecerme irreal. Un placer merecido.

Estabas mirándome y tensé la cinta frente a tus ojos. Te pedí que te acostaras y te até los tobillos.

Investigué tu contorno con las manos. Te ordené que me miraras. Quería que recordaras cada imágen de esa noche cuando desayunaras, manejaras ó fueses a dormir.

Después de una hora y media, sentada sobre tu torso, me desprendo la camisa y las órdenes se vuelven más crudas. Las punzadas más firmes. Los suspiros controlados. El placer visual era lo único que podías experimentar hasta que definiera tu estado.

Resolví que un coleccionista es lo que te cuadraba mejor e, inevitablemente, formamos algo que nutre mi necesidad de recibir placer desmedidamente y tu fascinación por el taco aguja.

En ese momento, estaba desnuda y acostada con el pelo suelto. Boca abajo. Espalda arriba. Mostrándote que el viento del Este moldeó algo más que piedras.

Estabas desnudo también, en un estado de espera alterada y silenciosa. Te tapé los ojos y te besé una vez. Abriste la boca y seguiste besándome. Traté de no perder el control aunque sabía que esos besos hacían que perdiera la orientación. Suelo evitarlos y ahí estaba: permitiendo que un fluído cristalino fuera y viniera desde mis pies hasta los tuyos me indicara cómo actuar.

Me tomaste por la espalda. Me resistí. Busqué deslizar mis brazos detrás de tu cuello. Seguiste besándome. Suave e intensamente.

Ya librada al azar, entrelazaste tus piernas en las mías y no querías soltarme. Me rehusé. Pretendías inmovilizarme de alguna manera. Dí por terminada esa sensación para permanecer firme en tierra con esbelta actitud. Me levanté.

Mirándote de reojo por sobre la espalda, te ví extendido y respirando con dificultad. Supongo que desde tu distancia se veía el brillo del látex negro, una mirada húmeda y mi humanidad pálida.

Tu última órden era estar de pie y cerrar los ojos. Cumpliéndola, fui hacia la cama y me acosté apoyando el pelo delante del hombro, cruzando las piernas. Abriste los ojos con mi consentimiento.

Te pregunté si te agradaba lo que veías y no pudiste responderme. Te invité obligatoriamente a besarame. Te acostaste frente a mí, obedeciendo. El fluído incontrolable otra vez. Todo lo que hemos hecho durante años queda sin valor con tanta tensión, entrega y deseo de unión. La sensualidad y esos besos no son buena compañia.

Suelen dejarme marginada en lugares realmente peligrosos nada comparables con sesiones de fustas, azotes y castigos ni paseos de correas.

Estaba abrazándote y también estabas haciéndolo mientras te besaba. Me dirijo a quién sabe dónde desde la boca. Con tristeza, confieso que mi boca posee mi mente y los besos fueron muchos.

Adrede y sin más, se iniciaba con demencia lo que continuó.


Me visto en el baño. Te oigo hablar llevándome sin escucharte. Debo ser la única de los dos que recuerda el encuentro de pasión cristalina.


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