lunes, 22 de febrero de 2010

Río Ancho o Black Metal...

Cada vez que podía levantarse, tenía dos opciones: persignarme tres veces o llenarme la boca de pólvora y esperar. La excepción solía ser el mate. Siempre neutral. En silencio.
Pava, yerba y lo injusto de la sociedad según la caja boba como árbitros entre los dos.
Tiene exáctamene tres décadas más que yo. Sólo compartimos el gusto por la Bulería de carácter de Paco de Lucía, la mesa y el buen vino. Detrás de su envenenada visión de la realidad (de la cual soy parte también), se puede entrever un nene amante de los animales, los fósiles y el Coyote. ¡Cuán grande será su amor a la persistencia del Coyote!¡Cómo olvidar la tarjea con ese coyote en pañal con ojos lastimeros que usó para arrepentirse por haberme echado de su departamento! Fue el seis del seis del dos mil seis. El verdugo queriendo un manto de piedad el día de la Bestia.
Sé que a latigazos verbales me enseñó el corrosivo humor que utilizo cada día. Le salió sin querer. Su marca a pelo en la espalda de cada hijo, que, en la mía, sigue ardiendo. Pero hoy no. Fue diferente.
Pasamos toda la mañana juntos, sin ondular los paños rojos. Él coció el pollo, yo hice las guarniciones. Sus angustias son las mías. ¿Extraño? Sí, es extraño que sean las mismas. A diferencia suya, las escurro acá y él las retiene y encapsúla a manos de pastillas salva-vida, guarda-verdades, cuida-hombre.

Antes de que despertara, charlé con ella, su amada. ¡Pobre de él! Su indiferente favorita vive a metros suyo y él, sin poder a acercarse ni un centímetro a su sonrisa.
¡Qué coraje!¡Engañarla en el pasado! Y qué destino: cenar con ella cada noche, divorciados.
Me contaba tantas historias nuestras, suyas, propias.
Llegué a una conclusión: declarar ferozmente la paz. La música amansa a las fieras. Por eso le pedí Garota de Ipanema mientras desgranaba choclos. Detrás de su silla, partido de la Liga Europea. En vivo. Su diverisón humeante en la TVy estaba tocando para mí, su mal nacida errante.
Quizás fue porque le compré un pomelo sólo para él o porque, pese a sus torturas, le conforma verme tercamente cuestionando, tocando y riendo de la autocompasión de todos. Como él.






Uno de estos días dejo de inundar todo de música.


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